El descuento de navidad

Jatniel-Villarroel./
2 min readFeb 10, 2021

La lista de compras y regalos no llegaba al piso porque la anoté en el teléfono, pero vaya que era larga; había hasta medias nuevas que debían combinar con el cuello de una camisa de marca que me habían regalado para la cena de Nochebuena.

Salí vuelto loco porque el 24 se acercaba y la gente, como en estampida, abarrotaba las tiendas; de todo se vendía, de todo se compraba. Y yo era el próximo en salir cual Indiana Jones a comprar cuanta cosa estaba en mi lista y cuanto pereto se me atravesara.

Debía recorrer al menos cinco tiendas, dos supermercados y tres sitios de ventas locales, eso sin contar que cada diciembre debo desarrollar técnicas dignas de los luchadores de la WWE para enfrentarme a los demás compradores que buscan las mismas cosas que están en mi lista.

Al llegar a la primera tienda noté que había cola para entrar; por lo visto, tenían una rebaja en muñecos de nieve inflables. Pensé que las demás tiendas también estarían atiborradas de gente así que decidí esperar.

Mientras esperaba escuché una bulla, no era algo alarmante, solo como gritos de niños que se decían cosas entre ellos. Voltee a ver y eran unos niños jugando chapita. Uno de los más pequeños logró batear la tapa de refresco e hizo una carrera, todos celebraban como si aquello fuese la serie mundial.

El pequeño bateador estrella cuando terminó la carrera salió muy rápido hasta donde estaba su mamá y le pegó un beso en la mejilla. No paraba de brincar y de sus ojos salía un brillo que me impactaba más que las miles de luces que habían dispuesto por toda la ciudad.

Volví a ver a los niños celebrando y me miré parado frente a una tienda llena de gente agobiada por muñecos de nieve dizque para adornar las casas en este calorón de los pueblos del sur.

Sonreí y me volví a casa. El niño Jesús no vino a amargarme la existencia sino por otras razones.

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